jueves, 18 de noviembre de 2010

= Hojas Secas =

Qué ganas tengo de embriagarme,

beberme una botella de valor

y después: llamarte

decirte entre sollozos que el tiempo

ha sido injusto, que la vida sigue

riéndose a mis espaldas y que

la noche me sigue hablando de ti

han pasado muchas lunas,

¿Cuántas? No me preguntes:

Ya he perdido la cuenta.

solo sé que cada una es más

fría que la anterior, que las

estrellas brillan menos y

que el sol me lastima cada mañana

con sus falsas promesas de

un futuro mejor...

Pasan los años, muchos, muchos años

sigo escribiendo... sigo soñando

sigo extrañando... dicen que en

situaciones así, la Muerte tiende

los brazos y oferta un descanso

al final del tunel... descansar... de ti,

de mi , de todo, de la vida y ¿por qué no?

de la misma Muerte, que me visita

todos los dias diciéndome: “Ven, llego la hora”

pero diario le contesto: “regresa mañana,

quizás él venga hoy”

Visto de negro, en mi perenne duelo de

haberte perdido sin haberte tenido en realidad,

si me hubieras escuchado... si te hubieras

tomado la pequeñísima molestia de leer

lo que mi mirada te gritaba y mi boca sin lengua

callaba, lo que mis manos suplicaban y mi piel

te susurraba... pero no fue asi. Que triste.

Y ahora me dedico a tejer historias con

jirones del ayer y sueños huecos del mañana.

la Esperanza me sigue como perrillo faldero

pero esta flaca y demacrada, creo que

subsiste más por leyenda que por si misma

me pregunto si algun dia de estos, como hoy,

que destapo la botella de la melancolia y

la bebo a sorbos, me recueste por siempre

en el lecho del Olvido, para dejar de ser tuya

y no pertenecerle ni al ayer, ni a ti, ni a la noche

para al fin recobrar la felicidad perdida, para

se libre de tu nombre, de tu apellido, de tu risa

volverme una ninfa de la noche y danzar para siempre

a la luz de la luna, contando a los árboles

una historia que nunca termina...

***

Hace casi 3 años escribí esto... e irónicamente, tengo un sentimiento similar...

martes, 16 de noviembre de 2010

= 10 =

Diez son los mandamientos,
Diez, los dedos en las manos;
Diez, la calificación que quiere papá;
Diez, la hora en que me gusta levantarme;
Diez, el número de la paciencia;
Diez, el mes de mi cumpleaños;
Diez, los defectos que tienes (casi los mismos que yo);
Diez, las virtudes que te identifican;
Diez, los meses que he estado a tu lado;
Diez veces Diez, los años que deseo seguir estando.






viernes, 12 de noviembre de 2010

OBSECIÓN

Muchos años viví en la fantasía de que seriamos felices juntos.

En mi pequeña mente de quinceañera no había espacio para nadie más, éramos él y yo, cualquier cosa que dictara lo contrario no era real. Iba a convertirme en su esposa, en la madre de sus hijos, en una abnegada compañera suya que lo seguiría a cualquier parte. ¿Amor? Para muchos no lo era, pero en mi mundo Sí, y estaba orgullosa de ello.

Es natural que los años pasaran, todo cambiaba pero mi férrea intención permanecía. Le perdí el rastro varias ocasiones y ni aun así desistí. Era para mí. No importaba lo que sucediera, terminaríamos juntos y era lo único que importaba. Sería siempre el primero en todo lo que a mi se refiriera. En TODO. Así que los años no eran adversos para mi, solo una pequeña prolongación de la espera.

Rebasé los 20 años de edad. La idea en mi mente persistía más arraigada que antes y un día, en mi eterna búsqueda de tener noticias suyas lo encontré: ahí estaba, en una foto, radiante en su cruda realidad, sonriente… junto a ella… en una foto de una conocida red social.

¡¿Cómo?! La maldita imagen me taladro la razón, ¿qué no le habían dicho que era para mi? ¿qué acaso nadie le informó? ¿O es que ya lo sabía y era una de sus tantas maneras de torturarme?

La maldije no se cuantas veces, pero fueron demasiadas, ¿Qué no le enseñaron el respeto a lo ajeno? ¡Era una intrusa! Y lo pero de todo… lo estaba haciendo feliz. ¡Impostora! ¡Solo YO podría hacerlo feliz! ¡Timadora asquerosa! ¡Actriz de cuarta! Era imposible que no hiciera nada al respecto ante esta farsante que se hacia llamar “su novia” y creía “hacerlo feliz”.

Fue fácil dar con ella. En la mencionada red tenía fotos suficientes para encontrarla en un concierto masivo en el Zócalo. Hasta me alegró que su narcisismo me facilitara tanto las cosas, una en especial era de su trabajo, estaba en una especie de inventario rodeada de cajas, ¿un almacén quizá? Salía mostrando la lengua y con la cabeza ladeada. Tonta. Los logotipos fueron el dato de la empresa donde trabajaba. Una llamada, hacer la voz amable y obtuve lo que quería: la dirección.

Ir a esperarla fue sencillo; esperar a que saliera, tedioso; y por fin, a las 7:15pm de ese miércoles salió de ahí. Iba con algunas compañeras y la seguí a distancia. Entró en el metro y entre con ellas, casi le perdí la pista pero mi ira me hacía hallarla de nuevo, sus compañeras se fueron disgregando en las diferentes estaciones.

Para cuando llegamos a la terminal ya había oscurecido. Salimos y caminamos un par de calles, en la entrada de una calle solitaria me le acerqué para preguntarle una dirección, la ventaja fue que siendo yo mujer no se asustara y me ganara su confianza. Fingí estar confundida, orillándola a que se acercara al fondo de la calle vacía para señalarme la dirección que según yo buscaba.

Se distrajo fácilmente. Que encanto de niña, en un rápido movimiento saque un cuchillo de mi bolsa, le tapé la boca con una mano apretándola a mi cuerpo y con la otra le encajé la hoja en la espalda. Abrió la boca como si gritara, pero ningún sonido salió de su garganta, se desvaneció lentamente entre mis brazos, la jale entre unos maceteros y la deposité en es suelo hundiendo más el cuchillo.

- - Shh shhhh calma – le susurre al oído – ya casi acabamos

Mi objetivo había sido alcanzarle el corazón, pero tuve mal tino y le dí en un pulmón, de cualquier modo terminaría ahogada en su propia sangre. Me miraba con los ojos muy abiertos y un terror muy tierno, la pobre…

- - Ya… ya nena – le dije en tono maternal, le quite un mechón de cabello y se lo acomodé detrás de la oreja – solo otro poco y terminamos… ¿ves por que no es bueno meterse con lo que no es de uno? te metiste en el asunto equivocado… pero te perdono pequeña, sé que no volverá a pasar… vete en paz… vete en paz…

La abracé a mi pecho, me sentí tan triste por ella, tan joven, tan frágil… ¿habría tenido un futuro prometedor? ¡tantas cosas hubiera podido hacer! Y ahora todo se iba al carajo, solo por su ignorancia de que él era mío, no de ella.

Agonizaba en silencio, pasaron un par minutos y acabó con mi paciencia, ya la había perdonado, ya me había dolido por ella ¿qué más quería? Saqué el cuchillo de su cuerpo.

- - ¡Muérete ya, perra!

Le rompí el cuello con un brazo en un girón rápido, se oyó un crujido sordo y se volvió una muñeca de trapo: pesada y estorbosa.

Me levanté con cautela dejándola caer, empujándola hacia los maceteros con el pie. No había gente. Que suerte que la mayoría le tengan miedo a los callejones obscuros. Me sacudí la tierra del pantalón, saqué una bolsa negra que llevaba preparada y guardé el cuchillo, la gabardina corta que esa entrometida me ensució con sangre y los guantes invernales que llevaba puestos. La cerré bien y caminé hacia la avenida.

Una calle adelante un camión de basura del municipio hacía el último recorrido de la noche, los recolectores me miraron extrañados cuando me acerqué a ellos

- - Buenas noches, ¿se podrían llevar esto por favor?

- - Claro señito, échelo ‘aí, y no ande sacando la basura tan tarde, ¿no ve que’sta re’ solo por acá? Le podrían hacer algo, estas calles son re’peligrosas

- - En eso tiene razón joven… gracias

Entré de nuevo al metro, la luz y la gente me hicieron sentirme en calma. Suspiré, entonces pude volver a la realidad: ahora estaría con él, ya nada nos estorbaba. Me sentí feliz y subí al vagón. Me iba a casa, a nuestra casa… algo me decía que mis días de esperarlo estaban por terminar

jueves, 21 de octubre de 2010

Estación Tacubaya

Estoy en el andén, hay mucha gente.

Detesto a la gente. Hay una línea amarilla que limita la zona de seguridad, yo y mi anarquía estamos del otro lado. Contemplo las piedras de las vías, son como aquellas con las que he tropezado tantas veces… se ven tan relajadas, simples piedras acomodadas unas sobre otras. Pareciera que me sonríen y se mofan de los que nos amontonamos en el anden con nuestras caras fastidiadas y los brazos lánguidos esperando el odioso tren que se demora…

Vuelvo mi atención a las piedras: los Durmientes las acompañan haciendo merito a su nombre, descansando plácidamente sin que su sueño sea interrumpido por los viajeros que se estorban unos a otros… Siento envidia, allá abajo todo es tranquilidad, es idilio, nada perturba a las malditas piedras y el sopor de sus compañeros. Mi mirada envidiosa parece despertar a los Durmientes y me miran de reojo, las piedras entre risas me llaman: “¿Qué haces allá arriba? ¡Ven a descansar!” Estoy absorta, empiezan a gritarme todas al mismo tiempo, “¡Ven, anda ,ven! ¿No quieres bajar? ¡Se esta tan a gusto aquí!” Es tentador, un lecho de roca para olvidar, dejar atrás… para recibir paz… Me inclino hacia el frente, mientras me siguen gritando: “¡Salta! ¡Salta!” estoy a solo un paso de mi pequeño precipicio… De pronto una ráfaga naranja se impone con un feroz rugido a unos centímetros de mi nariz y una mano sabia me jala hacia atrás por la cintura recriminándome con voz aflautada:

- - ¡Hazte pa´tras muchacha que te lleva el tren!

Volteo a ver a la anciana, le sonrío desde la penumbra de mi desconcierto… creo que me lo dice en sentido figurado.